Pronto será el momento de regresar a la rutina
Universitaria, y no es sino todo un sacrifico el encontrarse frente a esta
realidad para la juventud de todos los tiempos. Siguiendo la tónica de Nicanor
Parra, y bajo mis propio matiz, quiero introducir el siguiente poema, dedicado a
todos los universitarios, jóvenes, adultos jóvenes que alguna vez nos
encontramos frente a la situación hilarante de comer un plato de “comida”
(valga la redundancia) preparado por nosotros mismos, y es que quien no puede
evitar toparse con los clásicos “fideos con salsa”. Quizás uno de mis más
informales poemas es el que vengo a presentar en esta ocasión, pero que con una
porción de sátira elevada al cubo y una pizca de verdad no superior a los cinco
gramos, representa parte de la rutina que se enfrenta cada estudiante.
Antioda a los fideos con salsa
¡Oh del grano agazapado!donde nacela sepade tu fibrafrágil e inconsistente.Permítame cantarle esta algarabíaa los universitarios hambrientos de cada día.Para preparartal manjarde dioses,no necesita usted de muchaEXPERIENCIA.Sólo ser un joven con poco tiempo,algo de hambreyuna olla(No vaya a olvidarse de revisar su billeteray encontrar lo que buscaba: Ni un Peso)Vierta los fideos sobre agua caliente,y deje reposar un rato…¡prenda la estufa a gas!y deje que se cocinena fuego lento.Póngase una canción chilena, ¡bien chilena!como AC/DC, Justin Bieber o algo de K-popy olvídese de que está preparando fideosy vuelva a estudiar.Cuando vuela a entrar en razón¡SALTE HACIA LA COCINA!Vierta algo de Sal y revuelva…Si gusta y tiene algo de suerteagregue salsa de tomate encima.Ahora, sirva en un platoY coma sus fideos pegoteados.Si queda con hambre… vuelva a repetir el proceso.
Quise
escribirla en tonada de una Oda como los famosos cantos de Pablo Neruda, pero
con la hilarante gracia de Parra. No es esto sino una creación bajo grandes
influencias que no puede evitar ser insignificante al ser comparado con figuras
tales. Como mis días transcurren y se aproxima mi ingreso a segundo año de
universidad, sólo me queda infundirme de nuevos pensamientos y buscar nuevos
horizontes, para seguir experimentando y alimentando mi hambre de escritura, y
por supuesto, para disuadir la espesa bruma del Derecho y sus condensadas
letras.
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